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| Oscar Wilde |
Una tarde le vino al alma el deseo de dar forma a una imagen del “Placer que se posa un instante”. Y se fue por el mundo a buscar bronce, pues solo el bronce podía concebir su obra.
Pero había desaparecido el bronce del mundo entero; en parte alguna del mundo entero podía encontrarse bronce, salvo el bronce de la imagen del “Dolor que dura para siempre”.
Era él quien había forjado esta imagen con sus propias manos, y la había puesto sobre la tumba de lo único que había amado en la vida. Sobre la tumba de lo que más había amado en la vida, y había muerto, había puesto esta imagen hechura suya, como prenda y señal del amor humano que no muere nunca, y como símbolo del dolor humano que dura para siempre. Y en el mundo entero no había más bronce que el bronce de esta imagen.
Y tomó la imagen que había formado y la puso en un gran horno y se la entregó al fuego.
Y con el bronce de la imagen del “Dolor que dura para siempre” esculpió una imagen del “Placer que se posa un instante”.
FIN
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👨🏫Después de la lectura
En este microcuento, Oscar Wilde nos presenta la historia de un artista que busca material para esculpir una imagen del "Placer que se posa un instante", pero descubre que el bronce necesario para su obra está completamente agotado en el mundo. La única fuente de bronce disponible es la estatua del "Dolor que dura para siempre", una creación del propio artista en honor a lo que más amó en su vida y que ya ha fallecido.
Ante esta situación, el artista toma la decisión de fundir la estatua del Dolor para transformarla en la representación del Placer. Este acto simboliza la transformación del dolor en algo efímero y placentero, una metáfora de cómo el sufrimiento puede dar paso a momentos de felicidad pasajera.
A través de este relato, Wilde reflexiona sobre la dualidad de las emociones humanas y cómo el arte puede ser tanto una expresión del sufrimiento como una celebración de la belleza efímera.
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