📚Bailarina | Maritza Iriarte

En el centro del escenario sólo está ella, la bailarina, de puntillas y con las piernas juntas; en su rostro frágil, se dibuja una sonrisa congelada. Con los brazos extendidos espera impaciente los primeros acordes del Danubio Azul. Empieza la música y la bailarina danza al compás del vals con giros armoniosos. En ese instante, unas pequeñas manos cierran de golpe la cajita y cesa la música.

 Extraído de Internacional Microcuentista - Revista de lo breve


📚El adivino | Jorge Luis Borges

En Sumatra, alguien quiere doctorarse de adivino. El brujo examinador le pregunta si será reprobado o si pasará. El candidato responde que será reprobado…

Extraído de Ciudad Seva


📚El minero Ricardo Cabaña

     Mark abandonó el telescopio totalmente decepcionado. Se había rendido de buscar a Orión, y le frustraba no localizar algo tan evidente como la luna. Varias veces consideró la idea de que el observatorio estuviese mal posicionado. Al menos esto le parecía una idea alentadora antes de aceptar que sencillamente no estaba diseñado para entender las estrellas.

   Comprendía a la perfección la geología, y conocía cada piedra de la cantera que tenía a su cargo. Dominaba las matemáticas, la lógica y la física. No le faltaba capacidad para entender astronomía. Y sin embargo no lo lograba; pero sus ambiciones eran claras, y no haría más que mirar a través del telescopio hasta comprender el cielo.

  Y como era de esperar, su obsesión lo llevó a descuidar su yacimiento. Y en pocos días, un llamado de la empresa recibió.

  Mark no les explicó los motivos por los que había cortado la producción; únicamente insistió con la misma pregunta; cuál era la ubicación del observatorio.

  La decisión de la empresa fue tajante, y por la noche llegaron los representantes al yacimiento.

  Desactivaron a Mark. Lo desmantelaron y despacharon a la tierra para su revisión técnica. Mientras tanto, otro robot haría su trabajo.

De "Libro de microrrelatos Sweek - Tomo I y II"

 

📚Padre nuestro que estás en el cielo

Mientras el sargento interrogaba a su madre y su hermana, el capitán se llevó al niño, de una mano, a la otra pieza...

—¿Dónde está tu padre? —preguntó.

—Está en el cielo —susurró él.

—¿Cómo? ¿Ha muerto? —preguntó asombrado el capitán.

—No —dijo el niño—. Todas las noches baja del cielo a comer con nosotros.

El capitán alzó la vista y descubrió la puertecilla que daba al entretecho.

De "Malas juntas", José Lenadro Urbina

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